jueves, 15 de enero de 2009

Te amo en Caracas

ADVERTENCIA: El Siguiente es un relato erótico que contiene expresiones que podrían herir suseptibilidades en algunos lectores. Si es usted una personas sensible a expresiones sexuales explícitas, le invito a desistir de esta lectura.

Atte: El Cantinero




-Ahhhhhhh- exhaló ella. -Me encanta tu huevo- Le susurró al oído mientras él, con la punta del falo posado en el fondo de su sexo, sitió el alboroto de hormonas, la feria de sensaciones, el hormigueo incesante que desde su interior -desde cada rincón de su cuerpo- se arremolinaban en un conjunto de pequeñas explosiones que de a poco se fueron convirtiendo en una erupción volcánica. Su vientre se sacude, su vagina dilata y contrae, su lengua busca la de él y la encuentra. Sus entrañas palpitan cada vez más rápido; chilla, lame su cuello, chupa sus labios, el blanco de los ojos se le carga de finas líneas rojas, la vena en su frente brota, manan lágrimas... su orgasmo explota. Llanto y risa dan lo mismo. El corazón cabalga. Un segundo más tarde, él se corre dentro de ella. Su verga da latigazos dentro de ella, se sacude, se hincha. Él gime, aúlla, gruñe... Ella lo observa –él sabe que a ella le encanta su cara de orgasmo- y disfruta del espectáculo. A ella le fascina ver a su animal salvaje, a la bestia lujuriosa. El semen corre a borbotones: dos, tres, cuatro, cinco contracciones -a contratiempo- cinco chorros, cinco derrames. Él inhala. Exhala. Lo deja morir adentro. Se consumen en un beso húmedo hasta que sus respiraciones vuelven a la normalidad.

Él piensa: “miles de veces he hecho recorridos mentales por mi vida entera y miles de veces me he convencido de que nunca he tenido, jamás, una sensación que supere a lo que siento cuando acabo dentro de ti”. Suspira. Ella, por su parte, piensa que ninguno de sus anteriores novios la habían hecho sentir lo que él logra con su imponente vara y su insaciable lujuria.

Ya no están juntos. Esta ciudad le trae recuerdos de ella, todo huele a ella, todo sabe a ella. “Ella está en todas partes”, piensa melancólico: en el Metro, en la Francisco Fajardo, en Altamira, en el Aula Magna de la UCV, en el mercado del Cementerio, en el Sambil, en El Tolón, en el Warairarepano. La luz cambia a rojo. Él detiene la marcha en Las Mercedes, mira a los lados y ve gente, locales, carros, policías; pero sólo piensa en ella. La imagina dentro de los locales, manejando todos los carros o guiando el tráfico con uniforme y chapa. Caracas es ella. Ya saliendo de la capital, se enrumba hacia la autopista de Oriente. Guarenas, Guatire. De paso por estas ciudades satélites mira a la izquierda y ve el muro del hospedaje, en lo alto de una loma, que asemeja a un castillo medieval con el nombre de la fortaleza del legendario Rey Arturo. Los recuerdos se estremecen y lo transportan a aquel viaje, uno de tantos, en el que con ella conoció, entre las sábanas de ese lugar, mucho más que el poema de “Lancelot, el Caballero de la Carreta”. Si ya hacerle el amor le parecía mejor cada vez, él estaba convencido que esa vez, en el motel Camelot, habían tenido el mejor sexo desde que su amor nació, y murió.

Aunque ella siempre lo acusó de tener mala memoria, él estaba convencido de no haber olvidado ni un solo detalle de esa noche: los besos alargados sazonados con caricias tiernas y profundas, la forma de quitarse mutuamente las prendas de vestir, lento y sin apuros; cada centímetro de la piel del cuello que le recorrió con la punta de la lengua, de arriba hacia abajo, hacia los lados, en la nuca, los hombros. Con la lengua siguió bajando, acarició la clavícula entera desde el hombro hasta el hoyito donde se encuentra con la otra; le apretaba los pechos por encima de la ropa, la abrazó fuerte contra su cuerpo, para que sintiera el tamaño de la erección; le acarició y apretó las nalgas, metió sus manos entre el pantalón, y así, abrazados se dejaron caer sobre la cómoda cama rodeada de espejos. Nada como una habitación forrada de espejos.

Ya desnudos, él se dedicó a estimularla sólo con su boca: recorrió todo su cuerpo hasta estacionar su lengua en la entrepierna. Allí se olvidó de sí mismo y generosamente le comió el coño hasta hacerla gritar de placer. Aunque el falo estaba a punto de explotarle de la excitación, él renunció -por un momento- a su placer genital para concentrarse en el de ella. Por dentro él sabía que mientras más se dedicara, mejor iba a ser recompensado. Y así fue. En la cama, en el potro con tela atigrada, en el banco de cerámica, cargada en peso, en la ducha. En todas las posiciones posibles, con el sesenta y nueve, la del perrito (la favorita de ambos). “Me tienes tirando como un adolescente”, le dijo él segundos después del quinto polvo.

Durmieron un rato. Siguió un baño de relajación, enjabonándose mutuamente y sin las manos, y finalmente recobraron el camino, ahora el mismo que sigue él, solo, recordándola y recordando cuánto la amó en Caracas.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen escrito pero me gustó más Troncal 11 (no te opiné en aquel, pero ahora te lo digo)éste está lleno de catarsis de finiquito de relación más allá de lo erótico que pueda tener; de hecho te explayas más en el amor que le tienes que en lo sexual del asunto, desde mi punto de vista. De todas formas un buen texto porque siempre escribes desde muy adentro y ahí está lo valioso.
Un abrazo para ti!

Juan Luis Urribarrí dijo...

Hola Magia, que bueno verte por aquí de nuevo. Un verdadero orgullo tenerte entre mis invitados, tomando de mis copas. Gracias por las flores a "Troncal 11", relato muy bien criticado. Y sobre este, bueno, como tu bien sabes, si ciertamente todo lo que escribimos tiene un poco de nosotros, muchos de mis relatos son totalmente impersonales y otros se equilibran con porcentajes de realidad y ficción. Gracias por tu apreciación. Me gusta saber qué interpretan mis invitados cuando se toman un traguito en esta humilde Cantina.

Saludos, El Cantinero

Disidente dijo...

Hola que bonito,sabes aqui en Oaxaca,esos experiencias también son experimentadas,pero que bonito lo relatas.Un abrazo desde la sierra de Oaxaca,México.Gustavo.

Juan Luis Urribarrí dijo...

Disidente, gracias por tus palabras y por tomarte la molestia de parar un rato acá en mi Cantina. Eres bienvenido siempre y me encanta tener visita de blogadictos de otras latitudes. Todo un honor que hayas tomado un shot en mi sitio.

Saludos, El Cantinero

gabita..! dijo...

buenas buenas... sabes que aunque nunca te habia dejado un comentario, siempre te he leido y admirado muchisimooo.. total una raya mas pa el tigre no es nada jaja,lo digo por todas las maravillas que ya te han dicho por aca.Pero bueh yo te quiero decir que todos tus escritos me parecen excelentes e interesantes! muy muy buenos,de veras.Te felicito!Aunque no me gusta imaginarmelos porque me pongo un pokito celosa cuando te imagino haciendo todo lo que describes, porque no se que es cierto y que nop, jajajaja tonterias mias, no me pares mucho,ja.Espero que sigas siendo tan excelente como lo eres ahora y que la suerte siempre este de tu lado! Exito para ti. Te respeta,te admira y te quiere... gaby..! besotes para vos..

Juan Luis Urribarrí dijo...

Hola gabita. Gracias por decidirte a dejarme un comentario y, sobre lo qu dices, te comento que ya le dije a Magia: todo lo que escribo tiene un poco de mí, muchos de mis relatos son totalmente impersonales y otros se equilibran con porcentajes de realidad y ficción. Ah! Y no te pongas celosa (es medio rara la cosa) por lo que lees en los blogs. Este mundo virtual está lleno de muchas experiencias y de gente maravillosa que desahoga con las letras.

Gracias por pasar, gracias por comentar. Te espero pronto.

Saludos, El Cantinero

Anónimo dijo...

hola, admiro tu forma de escribir, pero confieso que me gusto mas Troncal 11. Aunque este tiene sus meritos me quedo con el relato erotico anterior. Rescato en esta ocasion que se hace agradable leerte escuchando buena musica como la que tienes en el blog, acompaña muy bien el relato. Felicidades. Adios.

Anónimo dijo...

Admiro su manera tan buena de escribir y relatar, pero le confieso que me gusto mas Troncal 11. Felicidades

Adriana Geraldine Mata Azuaje

Anónimo dijo...

malvadoo!! enseñenos a escribir asi vale,no relatos eroticos pero asi de descriptvo d pana,estoy de acuerdo con adri, troncal 11 es mejor :) :P

Anónimo dijo...

Amonos!!! me gustó como quedó este...de verdad!!! como se mezclan las palabras y las ideas sin uno darse cuenta!!!
felicidades!
espero el proximo material...jajaja

Anónimo dijo...

BUENO TAMBIÉN COMPARTO LA OPINIÓN DE QUE EL TRONCAL 11 ME GUSTÓ MÁS PERO NO ME DEJA DE FASCINAR COMO PLAMAS EL EROTISMO...

Widelmar dijo...

Aaaaahh!!! que gratos recuerdos de la capital me trajo este escrito... Muero por ir a Ccs!!!
Besos y abrazos...

RosaMaría dijo...

Qué buena memoria! Pasión, amor, erotismo, bello escrito sobre recuerdos inolvidables.

Ray Noria dijo...

Me siento plenamente identificado con este relato, yo también la amo en caracas, metrópolis de mis amores.

Felicitaciones profesor.

Anónimo dijo...

REALMENTE LA AMASTES
EN CARACAS TÌO!

no tengo nadah q agregar... q mas he de decir? ya todos te lo dijeron, luego te invito a leerme algo sobre Manhattan, quisas una vista del río Hudson o algo sorprendente en la gran isla de Manhattan...

Manhattan, Nueva York.

Anónimo dijo...

si fuera otra más decidida te digo para que amras valencia jajaja o mejor te invitaría en Mérida jajaj es muy hermoso y tiene lo básico de las relaciones humanas; algo de amor y recuerdos acompañado de presencia para erradicar la soledad...somos espejismos como lo leí en un blog...me gustó