jueves, 21 de enero de 2010

Ser o no ser

El “semiadiós” fue inminente, como inminentes serán nuestros reencuentros entre sábanas, las azules, las celestes, las beige… o la cama sin vestido, revuelta y húmeda de sudor y savia de nuestros sexos. Las tardes de ducha sin mojarte el cabello, las noches de intentar ser el complemento, el desahogo del ardor de cuerpos ávidos. No hay amor, o al menos no ese idealizado, pendejo, irracional. Eso espero. No estaba ni estará en los planes. “Esto es carne”, te repetía de vez en cuando, cada vez que te miraba confundida, queriendo ganar terreno. Pero el muro está en pie como el de la frontera de Gaza.
Para lo que no hay freno es para la piel, y menos para la tuya, mujer de cuerpo delgadísimo, estilado. Para tu cabellera despeinada y tu suave lengua, para tus gritos hondos de placer cuando tu entrepierna recibe sin inhibiciones la dureza de mi miembro, ese que lames como con ingenua ternura, pero luego devoras con el coño como si fuera el último polvo de tu vida. Esa fuerza me gusta, me excita recordarlo.

“Flaca”, te gusta que te llame, y así te digo desde que te conocí e intenté seducirte casi de inmediato, pero no estabas interesada. No me importó. “Lo que es del cura va para la iglesia”, pensé y aguardé. El tiempo me dio la razón y cuando menos te lo esperabas te oí gemir extasiada por la llegada de un orgasmo provocado por el vaivén de mis caderas, por el bombeo de mi virilidad, por el roce de mi verga en el punto exacto dentro de tu coño. Te escuché susurrar mi nombre con la voz entrecortada –no sabías si llorar o reír- y te vi quedarte dormida sobre mi pecho. Lo hicimos muchas veces más. No las conté, pero fueron bastantes y buenas.


“Ser o no ser, he ahí el dilema”, escribió William Shakespeare en su obra Hamlet. Célebre frase, sin duda. Pero, sin pretender mejorar la sabiduría del autor inglés, creo que el verdadero conflicto está en “Ser o pretender ser”. Yo no pretendo ser más de lo que soy ni dar mucho más de lo que doy. Esa es mi oferta. Yo soy. Y eso no me hace diferente. Lo distinto es que lo digo de entrada. Sé que la sensatez, aunque es muy solicitada, no es fácil de digerir cuando choca de frente, cuando piden la verdad esperando que les mientan.


Compartimos muchos gustos: la música, la literatura, la poesía. También nos fascina el sexo y juntos lo hacemos muy bien ¿Verdad? A ti, me has dicho, te complace la longitud de mi hombría y mi dominio de la herramienta. A mí me atrae, te he dicho, la forma como administras las escasas curvas de tu cuerpo para lucir como la musa de un escultor. Y yo, cual niño tremendo que ve algo bello y lo quiere marcar como propio, disfruto derramando sobre tu figura la humedad de mi clímax.


Por eso, después del “semiadiós”, esperaré cuanto sea necesario para volver a sentir y hacerte sentir, “flaca”. Ya sabes que aquí no hay amor idealizado, pendejo o irracional. Esto es carne. ¡Esto es carne! Esa es mi oferta.